¿Cuánta verdad necesita el hombre?
Rüdiger Safranski
Tusquets Editores, 2013
Safranski nacido en Alemania en 1945, es filósofo y ensayista. Entre sus obras más destacadas están las biografías de grandes filósofos y pensadores como Nietzsche[1] y su célebre ensayo sobre el romanticismo alemán[2]. En Alemania ha recibido todos los premios que un filósofo puede recibir, incluso modera, desde el año 2002, un popular programa en televisión.
En este ensayo Safranski lo dice todo en el título: ¿Cuánta verdad necesita el hombre? El hombre no necesita, según él, muchas dosis de verdad. Para llegar a esta conclusión parte de los problemas actuales de la filosofía contemporánea y, en concreto, en las encrucijadas del pensamiento posmoderno.
Tras el pensamiento metafísico, Safranski piensa, en clave kantiana como es evidente, que sólo en la conciencia del hombre el mundo es tolerable, porque la realidad material y sus leyes superan su capacidad de conocimiento.
El título del libro es una frase de Nietzsche y, como todos los escritos de Nietzsche, es una mezcla explosiva de lirismo, filosofía y literatura, y abundantes dosis de exaltación del yo.
Podríamos preguntarnos cuánto de Nietzsche hay en nuestra realidad actual. El filósofo irracionalista proponía, entre otras cuestiones, la destrucción de las ideas cristianas sobre el amor, de las teorías igualitarias del socialismo económico y, de forma especial, suponer el principio absoluto sobre la verdad a partir del que debe construirse el derecho y el estado: todos los hombres somos iguales. El resultado es la cultura de la muerte (aborto y eutanasia), los totalitarismos de la “moral superior” y la desaparición absoluta de las raíces y los pilares, especialmente los cristianos, de la sociedad occidental.
No es extraño, pues, que el autor escoja los viajes de afirmación “yoísta” de Rousseau, Kleist y Nietzsche. Los tres intentaron afirmar la verdad subjetiva de su yo frente al resto del mundo. El resultado fue la locura de la coherencia en los excesos implacables de la revolución francesa (Robespierre):
“En cambio, la libertad es un movimiento contrario a la calma que nos impulsa hacia lo ajeno. En un mundo que ya está en marcha, comienzo yo mi singladura provocando un cambio en mí y en los otros. La libertad me permite actuar, y actuando, me muevo en una exterioridad. De este modo pierdo la inactiva pureza de mi ser interior. Mi actuar tiene consecuencias imprevistas. Provoca malentendidos y reacciones que, sin haberlos deseado, me determinan. A partir de cierto punto mis acciones ya no me pertenecen. Pasan a ser realidades sociales. Se entrecruzan con las infinitas cadenas de acciones de otros muchos, conformando una realidad en la que ningún interés individual predomina y en la que nadie puede reconocerse como único autor. ¿Cómo no va a dar miedo este actuar y, por extensión, la libertad?[3] Kleist se suicidó y Nietzsche acabó derrumbándose intelectualmente.
El mensaje clave del libro es intentar convencer al lector sobre lo presuntuoso de querer poseer las verdades políticas y las verdades culturales. La pretensión de creer tener la verdad política acaba en el totalitarismo: Hitler y Stalin. El lector puede buscar a su gusto los totalitarismos actuales, incluidos aquellos que se visten de nacionalismos. La conclusión final de Safranski es que necesitamos una dosis suficiente de verdad, aunque no nos sea posible conocerla del todo. Necesitamos una dosis suficiente de verdades para sobrevivir y hacer frente a los totalitarismos:
“Lo que necesitamos es una política de verdades insípidas; una política que no ambicione dar sentido a la existencia; una política sin alma que quizá consiga arrebatársela a los ciudadanos; necesitamos una política que permita al individuo buscar su verdad, sin el pathos de una filosofía de la historia ni el trémolo de una visión del mundo. Una política que en virtud de esa parquedad tan útil para la vida pueda llegar a resultar aburrida, insignificante incluso; tan insignificante y corriente como nuestros intereses cotidianos, cicateros y egoístas, que la política ha de esmerarse en integrar en un equilibrio razonable tanto entre ellos como con los principios básicos de la vida”.[4]
Se trata, pues, de vivir sin sobresaltos en dos mundos que a su vez son dos ámbitos de la verdad: la cultura y la política. Para Safranski la cultura es trascendente y la política es trascendental:
“Ambas verdades, la cultural y la política, deben permanecer separadas, mas no bajo la forma de la división del trabajo. Cada uno debería ser capaz de mantener esa separación, de manejarse en dos ámbitos de verdad. Vivir en dos mundos con distintos ámbitos de verdad; sentir la intensidad de la vida sin renunciar a la arriesgada empresa de vivir en sociedad. En esos consistiría saber vivir”.[5]
A pesar de las apariencias, estamos ante un ensayo divulgativo que no entra a distinguir, claramente, la Verdad con mayúscula de las verdades con minúscula y, como consecuencia, puede equivocar a los lectores. Especialmente resulta poco sensato mirar la organización social y política con un escepticismo tolerante. La sociedad occidental, nuestra sociedad, está sumida en la tiranía del relativismo que es la nueva forma totalitaria de plasmar el pensamiento de izquierdas en lo cultural y en lo político una vez que ha fracasado su utopía económica. No hay que ir muy lejos para comprobar el resultado; aquí mismo en España.
En Alemania, el país natal de Safranski, no parece que su canciller, Ángela Merkel, se haya tomado con el suficiente escepticismo tolerante este titular que acabo de leer en un diario digital: “Barack Obama aprobó de forma explícita que se continuara espiando a Ángela Merkel” (27-X-2013).
Javier Gutiérrez Palacio
Octubre, 2013
[1] SAFRANSKI, Rüdiger, Nietzche. Biografía de su pensamiento, Tusquets Editores, Barcelona, 2002.
[2] – Romanticismo, una odisea del espíritu alemán, Tusquets Editores, Barcelona, 2009.
[3] SAFRANSKI, Rüdiger, ¿Cuánta verdad necesita el hombre? , Tusquets Editores, Barcelona, 2013, vid. pág. 33.
[4] Vid. pág.216.
[5] Vid. pág.218.
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