El poder oculto de la amabilidad
LAWRENCE G. LOVASIK
RIALP, Madrid 2014
«Lo que hace al mundo ingrato es la falta de amabilidad de las personas que lo habitan»
Lawrence G. Lovasik
Antes de empezar el mes de agosto, un buen amigo mío me vio cansado por la acumulación de trabajo que había tenido en los últimos meses. Me preguntó qué iba a hacer para descansar y le conté que nos íbamos a reunir gran parte de la familia en una casa, no muy grande, que tenemos en la sierra madrileña. Mi amigo sabía que en ese mismo mes de julio habían nacido tres nietos más y que, nos disponíamos a pasar juntos (unos diecinueve para comer y dormir) algunos días del mes de agosto. Me miró con cara de conmiseración y me propuso el siguiente plan: lo que tienes que hacer es sonreír, no dejes de sonreír en ningún momento. Haz deporte todo el que puedas y, sobre todo, reza mucho. Daba por descontado, que aquellas cuestiones, propósitos y desahogos que todos buscamos en vacaciones iban a ser irrealizables: adiós al cine francés en versión original, adiós a las lecturas sobre la creación literaria y adiós, sobre todo, a empezar a preparar las bases para escribir un nuevo libro. Todas estas actividades fueron cambiadas por un trabajo apasionante: intentar atender a tres bebés que lloraban más o menos alternativamente, según “los aires” o diversas incomodidades que les hacían quejarse y que necesitaban ser consolados, con cierta eficacia por el abuelo (autor de esta crónica y padre de diez hijos), que se fue paulatinamente olvidando de sí mismo y de todo aquello le hubiera gustado hacer, hasta que el descanso fue total y absoluto.
Sinceramente, antes de la lectura de este libro, yo no conocía al autor Lawrence G. Lovasik, nacido en Pensilvania en 1913 y muerto en 1986. En 1930 fue ordenado sacerdote. Su vida la dedicó en gran parte a predicar retiros espirituales y a su intensa labor de misionero. Después se dedicó a escribir para ampliar la fuerza y alcance de los que no oían su voz.
Lovasik propone la amabilidad como una fuerza transformadora, que comprende y entiende las debilidades humanas. El lector queda atrapado desde la primera línea, desde el primer párrafo, de forma sencilla, directa y práctica, que no deja indiferente a nadie.
El libro se divide en tres partes. La primera, se titula: Adquiere una actitud amable. El asunto es sencillo:
- Evita juzgar a los demás.
- Controla la ira.
- No tengas pensamientos negativos:
“Descubre el poder transformador de tus pensamientos amables: Del mismo modo que el amor de una madre atrae el corazón de su hijo como un poderoso imán, así la persona verdaderamente amable ejerce una poderosa influencia benéfica sobre los demás. Solo una persona amable es capaz de juzgar a otra con justicia y disculpar sus debilidades. Los ojos amables distinguen los defectos, pero no se fijan en ellos: su mirada es la de una madre benévola que juzga a su hijo querido con más indulgencia y, al mismo tiempo, mejor de lo que haría un extraño”.
- Y este pensamiento absolutamente sublime:
Si tu corazón se acostumbra a empezar el día con pensamientos amables, y no con pensamientos egoístas, no te sentirás tentado a negar a alguien tu ayuda o a ignorar el favor que te hace. Estarás dispuesto a disculpar los sentimientos del que es hipersensible, a compadecerte de los que sufren y a ayudar a los demás a resolver las contrariedades que le salen al paso. Si alimentaras en tu corazón la voluntad de perdonar y olvidar, en lugar de los juicios temerarios y los resentimientos, no te constaría tanto tratar afablemente a quienes suelen mostrarse contigo fríos y hostiles.
La segunda parte se titula: Aprende a hablar con amabilidad
- Entrégate de verdad a los demás.
- No juzgues a los demás, corrige amablemente.
- Descubre las bondades de las palabras amables:
No hay mayor fuente de conflicto que el mal uso de la lengua. Cuando está espoleada por la ira, el orgullo o la falta de caridad, la lengua del hombre tiene la capacidad de convertirse en un instrumento sumamente afilado e hiriente. Su estricto control puede acabar con las fricciones y evitar problemas.
Para corregir amablemente a los demás, lo primero es no ser un presuntuoso y para no serlo hay que poner en práctica este magnífico consejo:
Presumir es una forma de mentir. Eres presuntuoso si aparentas ser lo que no eres para impresionar a los demás, para darte importancia o para suscitar admiración. Se trata de una manifestación de vanidad. O bien exageras tu posición o tus logros, o bien te inventas cosas sobre ti mismo que causen una impresión favorable. Es presuntuoso convertir a una persona importante a quien solamente conoces en un amigo íntimo, o alardear de un pasado brillante en buena medida ficticio, o mencionar constantemente nombre de personas influyentes cercanas a ti.
Lovasik da consejos sencillos, pero muy costosos de poner en práctica: nunca digas a espaldas de una persona nada que te avergüence decirle a la cara, porque según el autor, tan fácil es decir una palabra amable como una airada. Las palabras dichas con ira no se borran, ya que, dejan el corazón helado. La ira tiene muchas formas:
En ocasiones, la ira se expresa silenciosamente bajo la forma de un hiriente sarcasmo. Eres sarcástico cuando, llevado por la cólera, exageras con ironía las virtudes de otro (tú, por supuesto, eres incapaz de equivocarte); o cuando simulas una compasión excesiva hacia ti mismo (siempre soy yo el que tiene que ceder); o cuando te refieres mordazmente a lo que tienen otros y a lo que podrías tener tú si no te ataran tu familia o tu trabajo (aquí todo el mundo tiene algo que decir menos yo, que soy un esclavo). Pocas cosas hay capaces de hacerte tan desagradable como una autocompasión sarcástica.
No digas nada que pueda enfadar a otro, resalta su opinión, si te has equivocado reconócelo, sé comprensivo con los que se encierran en sus argumentos; en fin, un conjunto de consejos para cerrar tertulias televisivas, debates parlamentarios o comisiones de investigación.
La última parte va más allá de las palabras y de las actitudes: Demuestra tu amor obrando amablemente:
Se trata de obrar con delicadeza evitando cualquier malentendido o escándalo. No hagas lo que no quieres hacer por parecer abierto y, por tanto, ser malinterpretado.¡Qué dura es esta afirmación!: Sabiendo que Dios lo ve todo examina tus obras de caridad y profundiza cuidadosamente en tus motivos. Rechaza lo que va disfrazado de caridad, pero no es amor auténtico.
La portada del libro es un cuadro de Verazzi El buen samaritano. Se trata de pararse a ayudar, no pasar de largo, de no endurecer el corazón ante los que sufren pensando: no quiero molestar, los mendigos están organizados en mafias, tengo bastante con lo mío…
Siempre visitar a un enfermo es algo gratificante: cuando el sufrimiento le vuelva irritante y le lleve a perder los nervios, escúchele si siente deseos de hablar, y de ese modo podrás dar consuelo a su alma.
Finalmente el autor advierte al lector que con la lectura de este libro, uno puede sentirse abrumado si, como le pasa al autor de esta crónica, falla en casi todo lo que Lovaskik propone:
A estas alturas, probablemente te habrás dado cuenta con consternación no solo de que hay muchos aspectos de la caridad que no abundan en ti, sino que sufres una grave carencia incluso en sus requisitos más básicos.
Comienza por hacerte rico en pensamientos amables. Su constante ejercicio, así como el de disculpar a quienes te irritan, te enfurecen o te hacen daño, dirigirá tus pasos hasta lograr que tus faltas de caridad no sean tantas. Un superávit rebosante de pensamientos caritativos hará más caritativas tus palabras y tus obras.
Javier Gutiérrez Palacio
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