Hay que tener un capital laboral con una práctica deliberada

por

HAZLO TAN BIEN QUE NO PUEDAN IGNORARTE.
Carl Newport.
ASERTOS. 2017.

Carl Newport (1982) es profesor de Computer Science en Georgetown University. El libro es una reflexión autobiográfica de la etapa en la que buscaba trabajo como profesor e investigador al acabar el Máster en el MIT. Después de más de 20 envíos de su currículum a diferentes universidades, aceptó la oferta de Georgetown y antes de empezar el curso, escribió este libro.

Su metodología se resume en cuatro reglas básicas, que sorprenden por sus enunciados. La primera regla es así de políticamente incorrecta: No sigas tus sueños, la satisfacción profesional en lo que al trabajo se refiere no exige necesariamente tener una vocación específica:

         “Debido a esas experiencias tempranas, al llegar a la universidad me resultaba curioso ver cómo mis compañeros se estrujaban las neuronas tratando de averiguar qué querían hacer con sus vidas. Para ellos, algo tan básico como elegir una asignatura se cargaba de un significado cósmico. A mí me parecía una tontería […] […] empujado por esa idea, mientras mis compañeros escudriñaban su verdadera vocación, me dediqué a buscar oportunidades para desarrollar habilidades que me produjesen alguna recompensa. Empecé por afinar mis habilidades en el estudio, tratando de ser lo más eficiente que pudiese. Después de un semestre de experimentos sistemáticos, durante tres años consecutivos obtuve una media de sobresaliente, y en ese período jamás fui a un examen sin haber dormido, y pocas veces me quedé estudiando después de la cena”. [1]

La cuestión es que las carreras vocacionales no son las más frecuentes. Sin embargo, tenemos la impresión en la etapa preuniversitaria de que un futuro trabajo nos está esperando para que pongamos en él nuestra pasión vocacional.

No obstante la realidad es que muy pocos estudiantes escogen vocacionalmente sus estudios:

“Esta hipótesis afirma que la clave para la felicidad laboral es averiguar primero qué es lo que nos apasiona, y después encontrar el trabajo que se adecue a esa pasión. El precepto básico de este libro es que la hipótesis de la pasión, aunque esté muy extendida, es tan errónea como potencialmente peligrosa”.[2]

Con lo cual llegamos a la segunda conclusión: la pasión lleva tiempo.

Amy Wrzesniewski, profesora de conducta organizacional en la Universidad de Yale, distingue entre trabajo= pagar alquiler, carrera=trayectoria hacia trabajos mejores y vocación= trabajo que forma parte importante de nuestra vida. De esta hipótesis acaba concluyendo Newport lo siguiente:

         “Este resultado asesta otro golpe a la hipótesis de la pasión. En la investigación de Wrzesniewski, los empleados más felices y apasionados no son lo que persiguieron sus sueños hasta que estos les condujeron a un empleo, sino aquellos que habían dedicado suficiente tiempo para conseguir ser muy competentes en lo que hacían. Si se piensa, tiene sentido. Después de años de experiencia, se tiene el tiempo suficiente como para ser mejor en lo que se hace, lo que contribuye a desarrollar una sensación de eficacia. También permite establecer lazos más fuertes con los compañeros y da la oportunidad de presenciar más ejemplos de cómo el trabajo que uno hace sirve a otros de ayuda. Lo importante, en todo caso, es que esta explicación- aunque es razonable- contradice la hipótesis de la pasión, que enfatiza la felicidad inmediata que se alcanza al encontrar un trabajo que encaje con nuestra pasión.”[3]

La tercera conclusión es francamente interesante: la pasión es un efecto secundario de la habilidad y se basa en la teoría de la autodeterminación; como dice el escritor Daniel Pink:

Autonomía: el sentimiento de control sobre el día a día, y de que las acciones tienen importancia.

            Competencia: el sentimiento de ser bueno en lo que se hace.

            Conexión: el sentimiento de conectar con otras personas”.[4]

La segunda regla nos sitúa en el auténtico sentido de la tesis de Newport: Hazlo tan bien que no puedan ignorarte (o la importancia de las propias habilidades).

Tener un capital laboral consiste en un conjunto de destrezas valiosas y escasas en el mercado laboral. Es algo difícil de poseer y de alcanzar, sólo se consigue, según Newport, con un gran esfuerzo de práctica deliberada, que consiste en una serie de actividades exigentes para mejorar en una determinada tarea; expresado por el propio Newport: “un método para desarrollar habilidades a base de esforzarse más allá de la zona de confort”,[5]o como dice el Profesor Ericsson “una actividad dirigida, normalmente por un profesor, al único fin  de mejorar efectivamente algún aspecto específico de la acción de un individuo”.[6]

Richard Feynman, premio Nobel de Física, cuenta en sus memorias que no tenía un coeficiente intelectual más allá de los 125 puntos. Su secreto para conseguir una inteligencia genial fue convertir en auténtica obsesión el estudiar a fondo artículos científicos. Newport puso en acción el sistema de Feynman al darse cuenta que, según avanzaba en su formación universitaria, su esfuerzo de los primeros cursos a los últimos era cada vez menor:

                 “Estudiar la Regla 2, sin embargo, cambió las cosas, al convertirme en alguien más <<centrado en la destreza>>. Ser cada vez mejor en lo que había pasó a ser lo más importante, y para ser mejor hacía falta esforzarse con la práctica deliberada. Es una forma distinta de entender el trabajo, pero, una vez que se adopta, los cambios en la trayectoria profesional acaban siendo profundos”. [7]

La clave está, como es sabido en las 10.000 horas, (ley bien conocida para los investigadores de la conducta),  que son necesarias para alcanzar cierta maestría en algo y, esto se consigue con mucho esfuerzo, constancia y alguien que te dirija y corrija. Por ejemplo, la práctica del ajedrez (jugar) no es lo más importante para ser un maestro, lo decisivo es estudiar libros teóricos de ajedrez y entrenar el pensamiento de forma deliberada:

                 “Cuando un experto exhibe su enorme habilidad en público, su conducta parece tan innata que cabe la tentación de atribuirla a un talento especial”, apunta Ericsson. “Sin embargo, cuando los científicos tratan de cuantificar ese supuesto talento innato… no encuentran ninguna destreza sobresaliente”[8]. En otros términos, dejando de parte algunos casos marginales- como la altura en los jugadores de baloncestos, o la corpulencia en un futbolista-, los científicos no han sido capaces de hallar evidencias de que las habilidades naturales expliquen el éxito de los expertos. Lo que determina la excelencia es la acumulación de práctica deliberada, una y otra vez.

Lo que más me ha sorprendido siempre del entrenamiento deliberado es que no es evidente. Fuera del ajedrez, la música y el deporte profesional, que se desarrollan en estructuras competitivas claras y con regímenes específicos de entrenamiento, casi no existen ámbitos que requieran, ni siquiera de lejos, esta clase de entrenamiento de las destrezas.”[9]

La regla número 3 tiene un enunciado todavía más sorprendente: Rechaza un ascenso o la importancia del control. Supongamos que ya hemos conseguido a base de esfuerzo, entrenamiento y muchas horas de trabajo un importante capital laboral. Entraremos entonces en la etapa de lo que Newport llama “control”:

            “La segunda trampa del control nos señala que, una vez adquirido ese capital para respaldar la apuesta por el control, todavía no se ha salido del terreno pantanoso, porque es ese mismo capital el que nos hace tan valiosos para nuestros empleadores, y es probable que hagan todo lo posible por mantenernos dentro del sendero más tradicional. Saben que obtener más control es bueno para ti, pero no para su cuenta de resultados”.[10]

El control nos lleva a la ley de la viabilidad económica o dicho de otra manera a rechazar un ascenso:

              “He denominado a esta norma la ley de la viabilidad económica, concluyendo que es una herramienta básica para manejar la adquisición de control, y que se aplica tanto a la hora de sopesar una iniciativa emprendedora como a la hora de valorar un ascenso en una empresa más consolidada. Si la gente no está dispuesta a pagarte, es que no estás preparado para seguir con esa idea”.[11]

La última regla, la cuarta: Piensa en pequeño, actúa a lo grande (o la importancia de la misión).

La misión es lo más importante que se puede comprar con el capital laboral.  Supone tener una meta a la que dirigir nuestra trayectoria profesional. Para ello hay que situarse en la vanguardia de la propia especialidad y conocer todas las posibles innovaciones: 

                 “En el contexto de la construcción de una carrera, es importante tener en cuenta que las misiones se encuentran normalmente en el adyacente posible [12] lo que implica, por tanto, que, si quieres encontrar una misión para ti, primero tienes que estar a la vanguardia en tu ámbito”.[13]

Cuando escribo estas líneas aparece como posible publicación en España otro libro de Newport que de momento sólo se encuentra en inglés: “Deep work”[14]. El libro profundiza en alguno de los aspectos ya enumerados: trabajo profundo, trabajo superficial. Hay dos ideas claves y complementarias que aparecen en este libro y que destaca Alonso Pulido en su blog:

La habilidad de realizar trabajo profundo se está volviendo cada vez más rara y valiosa en nuestra economía. La consecuencia es que los pocos que cultiven esta habilidad y la hagan el corazón de su vida laboral, prosperarán”[15]

Y la otra aún más importante:

La práctica deliberada exige esforzarse más allá de la comodidad, trabajar duro, practicar constante y radicalmente incompatible con el concepto de multitarea o cualquier otra distracción:

 “Otro argumento a favor de la concentración sin distracciones que apunta Newport es lo que denomina residuo atencional. Cuando pasas de la tarea A a la tarea B, tu atención y capacidad de concentración no se traslada de la misma manera y queda un residuo de tu atención aún pendiente de A cuando ya estás con B. Es decir, cuando haces varias tareas a la vez —la famosa multitarea—, tu capacidad de atención no está enfocada plenamente en ninguna, porque cada vez que cambias se genera un residuo atencional. Esa forma de trabajar en varias cosas a la vez, tan común en nuestros días, se traduce en un estado de semidistracción permanente, que es devastador en tu capacidad de concentración y tu rendimiento. En cambio, el trabajo profundo, trabajar plenamente concentrado y sin distracciones en una tarea durante periodos extensos, te permitirá obtener mejores resultados.”[16]

En definitiva un libro para leer un par de veces al menos. Para regalar a los hijos y a los amigos, para cambiar nuestro estilo de trabajo, y sobre todo porque “ser competente importa más que la pasión para alcanzar el trabajo de tus sueños”. [17]


Notas:

[1] NEWPORT, Cal: Hazlo tan bien que no puedan Ignorarte. 2017, Pág. 184.

[2] Ibid. Pág. 205.

[3] Ibid. Pág. 34.

[4] Ibid. Pág. 35.

[5] Ibid. Pág.186.

[6] Ibid. Pág. 207.

[7] Ibid. Pág. 192.

[8] Vallerand, Blanchard, Mageau et al., Les passions de l´aime: On obsessive and Harmonious Passions. Journal of Personality and Social Psychology 85, nº 4 (2003): 756-67.

[9] Hazlo tan bien que no puedan ignorarte. Op. Cit. Ibid. Pág. 89.

[10] Ibid. Pág. 135.

[11] Ibid. Pág. 136.

[12] Johnson observa que las nuevas ideas, en cualquier ámbito, se encuentran normalmente un poco más allá de su vanguardia, en el espacio adyacente que contiene todas las combinaciones posibles de las ideas ya existentes.

[13] Ibid. Pág.210.

[14] NEWPORT, Cal: Depp Work: Rules for Focused Sucess in a Distracted Word. Hardover, 2016. Este libro es comentado por Alonso Pulido es su blog: http://miguelangelalonsopulido.com

[15] http://miguelangelalonsopulido.com/resena-deep-work-de-cal-newport/

[16] Ibid.

[17] Newport, Cal: Op. cit.

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