La imagen que precede a este post está tomada del diario digital The Objective en un artículo de Luis Antonio de Villena titulado, Las Españas en el periodismo literario (González Ruano y Chaves Nogales son los de la imagen). Me contaban que un profesor de la asignatura Redacción periodística consideraba que la redacción de una noticia debía parecerse a la redacción administrativa que encontramos en el BOE. Sin embargo, el periodismo y la literatura se unen en la retórica. Algo que vamos a intentar demostrar en sucesivos post.
La Teoría de la Comunicación ha intentado separar el fenómeno periodístico del literario. Al mismo tiempo, un numeroso grupo de escritores y estudiosos consideran que el periodismo es una herencia de la Literatura que, a pesar de su profesionalización, se manifiesta como una realidad multidisciplinar y plural. Entre ambas posiciones Martínez Albertos 2 piensa que nos encontramos ante dos actividades paralelas y, paradójicamente unidas.
El contexto actual sitúa a los periodistas, como reivindicadores y defensores de su actividad profesional, mirando como intrusos a la cohorte de literatos, intelectuales, opinadores, tertulianos y profesores que aterrizan diariamente sobre el universo mediático. Este heterogéneo conjunto de “intelectuales”, en sentido amplio, quiere, como sucedió ya en los periódicos del Novecentismo y, más tarde en los de la Segunda República, crear opinión desde todas las posibilidades mediáticas, especialmente desde la prensa diaria. El escritor, ya en el 98, no quiere ceñirse a la escueta tirada de un libro, si de verdad quiere hacerse oír. Es más, para un escritor colaborar en la prensa diaria o participar en otros medios de comunicación, supone vender mejor sus libros. En resumen, se pretende, por un lado, tener una buena remuneración en un periódico y, por otro, aumentar la popularidad como escritor. Por supuesto, el periodista no va a ser menos en este negocio publicitario, y aprovecha también su fama mediática para escribir y vender libros.
Juan Gil3 señala que el punto de inflexión de la polémica entre periodismo y literatura está en el fenómeno del nuevo periodismo y de los “nuevoperiodistas”, que consiguió, desde los años sesenta, volver del revés la vieja preocupación de los teóricos del periodismo acerca de no informar subjetivamente sobre hechos reales 4 (no confundir opinión con información).
El nuevo periodismo fue un género novedoso que pasó del periódico a las editoriales como libro ¿o fue, por el contrario, al revés? Como dice el propio Gil 5 los hechos dejaron de ser sagrados y se mezclaron con las opiniones, superando los postulados del periodismo informativo, como en el literary journalisrn norteamericano. En el punto absolutamente opuesto se sitúa Arcadi Espada’ quien desvincula, sin paliativos, periodismo de literatura. Los literatos no pueden decir que el periodismo no es literatura: sólo puede ser pronunciado este concepto por los periodistas. Como dice Espada, el texto no puede ser una dificultad, puesto que en otras profesiones también se trabaja con la palabra y nadie llama literatos a abogados, historiadores, sociólogos. Tampoco convence a Espada el uso estético: al fin y al cabo todos los que escriben intentan regirse por el orden y la claridad. En definitiva, según Espada, periodismo y literatura se diferencian por la ley inexorable de la fidelidad a los hechos 7.
Sin embargo, las barreras fronterizas entre periodismo y literatura, a pesar de estos argumentos de Arcadi Espada, son confusas, entre otras razones, por el concepto excesivamente canónico de literatura. Chillón’ argumenta que en el centro del problema se encuentra la naturaleza misma del lenguaje. Para Chillón confinar la literatura al ámbito de la ficción no es sostenible: el ensayo y sus ramificaciones son también plenamente literarias. Tras el fenómeno del “nuevoperiodismo”, prosistas cercanos a la novela, historiadores, antropólogos, sociólogos y psicólogos han explorado de forma expresiva territorios propios de la narrativa literaria. Como dice Chillón’, no hay un lenguaje propio para la ficción y otro distinto para reflejar la realidad. Literatura y periodismo operan con el mismo lenguaje y con la misma capacidad creadora: “son poseedores y poseídos por la misma dinámica de la ficción” “.Arcadi Espada “, sobre este punto, señala como abusiva la presencia de la ficción como recurso periodístico. Considera que es un elemento desvirtuador exagerado y engañoso para el lector, aunque entiende el atractivo que la novelización periodística pueda tener: se hace la ilusión de entender mejor los hechos (aunque esa ilusión, según Arcadi, es “perfectamente falsa” 12). Como contrapunto de Espada, Chillón 13 dice que la distinción entre lenguaje literario y lenguaje práctico o estándar es también engañosa. Y lo que es más importante: supone una perversión para comprender la naturaleza misma de la comunicación periodística, como si hubiera un lenguaje para la objetividad y otro para la literatura, como si no se aceptara la auténtica realidad retórica del lenguaje. Para Chillón estilo y contenido son inseparables. El estilo dirá Chillón recogiendo reflexiones de Flaubert- es en su totalidad una cosmovisión creativa: El lenguaje no es simplemente un instrumento con el que pueda darse cuenta de una realidad presuntamente independiente de él, sino la manera presuntamente en que todo individuo experimenta la realidad.
El tema no afecta solo al periodismo, sino que también alcanza, según Chillón, a la literatura y a su propio concepto. El arte y la literatura no pueden estar al margen de las circunstancias. Han vivido, a lo largo del siglo XX y parte del XXI, una transformación multiforme a causa de la fotografía, del cine, de la radio, de la publicidad, de la televisión y de internet; desde todo ese amplio conjunto que constituye hoy la sociedad de la información.
1 GUTIÉRREZ PALACIO, J. (2005): República, periodismo y literatura: La cuestión política en el periodismo literario
durante la segunda república española. Madrid: Tecnos, p. 51.
2 MARTÍNEZ ALBERTOS, J. L. (2001): Curso general de Redacción Periodística. Madrid: Paraninfo Thomson Learning, 5a edic.
3 GIL, J. (2003): “Herencias literarias para un periodismo diferente”, Razón y Palabra, n° 31.
4 Ibid.
5 Ibid.
6 ESPADA, A. (2002): Diarios. Madrid: Espasa Calpe, p. 74.
7 lbid., p. 188.
8 CHILLÓN, A. (1999): Literatura y Periodismo. Una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona: Bellaterra,
Universitat Autónoma de Barcelona, p. 185.
9 Ibid., pp. 40-41.
l0 STEINER, G. (1992): Presencias reales. Barcelona: Destino, en CHILLÓN, A. Ob. cit., p. 41.
11 ESPADA, A. Ob. cit., pp. 16 y 17.
12 lbid., pp. 16 y ss.
13 Cfr. CHILLÓN: pp. 46 y ss.
14 lbid., p. 49.
14 lbid., p. 49.
15 Ibid.
16 Ibid., pp. 52 y 53
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